La comunicación es algo más que solo palabras. No es nada más lo que decimos, sino la
forma en que lo decimos ya que también nos comunicamos a través de miradas, sonrisas,
gestos, e incluso con el silencio.
La comunicación es un elemento
clave en el sano crecimiento de
los niños, pues los ayuda a desarrollar la confianza en sí mismos y a afirmar
sus relaciones con los demás; además de que favorece que lleguen a ser adultos
con buenos sentimientos de sí mismos y capaces de comunicarse positivamente con
los demás.
Una buena comunicación conduce a
relaciones cálidas, cooperación y a una adecuada autoestima; por el contrario,
una pobre comunicación lleva a
relaciones frustrantes, a conflictos y a sentimientos de inutilidad.
Por lo general, los padres tratan
de mantener una buena comunicación cuando les dan instrucciones o les advierten
de algún peligro a sus hijos; sin embargo, en ocasiones la comunicación se puede ver
afectada cuando los sentimientos están involucrados.
Pero ¿qué sucede cuando las palabras, las ideas y los sentimientos llegan a los oídos de los niños? ¿Cómo interpretan lo que escuchan de sus padres, especialmente los más pequeños?
Para lograr una adecuada
comunicación con los niños, las siguientes tácticas pueden serles de utilidad, úsenlas tomando en cuenta sus propias experiencias y el conocimiento
que tiene de sus hijos:
Aceptación.
Si un niño se siente y se sabe
aceptado tal cual es, se siente bien consigo mismo y en consecuencia se llevará
mejor con los demás. Esto hace más fácil conversar con ellos y que nos
compartan sus sentimientos y problemas. No obstante, debemos tener en cuenta
que aceptar al niño no implica que lo aprobemos cuando presenta conductas
negativas.
Un ejemplo de aceptación puede
ser que cuando el niño tiene miedo a la oscuridad le demos la opción de dejar una lamparilla encendida, en
lugar de enojarnos con él o regañarlo.
Abriendo puertas.
Esto no es más que hacerle una
invitación al niño a que nos diga más, con lo que le damos a entender que
realmente lo estamos escuchando y, por lo tanto, dándole importancia y respeto.
Escuchar con atención.
Si es posible, suspenda un
momento lo que está llevando a cabo en ese momento para escuchar lo que su hijo
tiene que decir. Si realmente está muy ocupado, dígale que lo hablaran más
tarde (y en verdad hágalo), pero nunca finja que lo está escuchando.
“Mensajes tú”.
Con estos mensajes pueden
describir los sentimientos del niño y darle la pauta de que los exprese más
abiertamente:
“tú estas molesto porque
perdieron el partido”
“Tú estas triste porque la abuela
no vino a casa”
Cuando los niños pueden expresar
libremente sus sentimientos negativos, éstos parecen desaparecer de inmediato.
Diga “haz”.
Esto significa que traten de
decirles “que hacer” en lugar
de decirles “que no hacer”. Por
ejemplo, “Guarda tu suéter” en lugar de “¡No arrastres el suéter!”; “Cierra con
cuidado la puerta” en vez de “¡No azotes la puerta!”.
Hable “con ellos” en lugar de hablarles “a ellos”.
Hablar “con” implica que
escucharemos también lo que el niño tiene que decir, de otra forma, hablar “a”
resultaría una conversación unilateral como cuando le dan alguna instrucción
para que él la siga y ya.
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